En el amor siempre hay una cierta servidumbre difícil de evitar. La primera servidumbre que aparece es hacia las expectativas que la relación amorosa en sí genera en cada uno de los enamorados. Hacia la aprobación que se espera del otro, hacia la proyección que se hace en éste, de todo lo que de él/ella esperamos: le dotamos de una serie de virtudes que tal vez no posea, atributos que creemos intuir, o que incluso vemos(por aquello de que el amor es ciego y como ciego tiene licencia para ver solamente lo que sus ojos quieren apreciar aunque eso qué quieren apreciar simplemente no exista). Más tarde hacia esa dependencia emocional que repentinamente ha surgido entre los enamorados: el otro es el que nos provee de una felicidad que antes de que entrara en nuestra vida no disfrutábamos y a la que nos habituamos y de la que cada vez queremos más, como si de una droga dura se tratara. A pesar de que la actividad de un considerable número de hormonas y neurotransmisores sean los artífices de estos episodios románticos y de que todo, a veces, resulte ser ficticio e ilusorio, todos queremos caer una vez más en esa ficción, vivir otra vez esa ilusión. Los seres humanos anhelamos la estabilidad, la seguridad. Nos gusta creer que las cosas son para siempre a pesar de que la vida misma nos muestra a cada paso día tras día, que todo son etapas para constituir al final una vida entera. Nos gusta aferrarnos a esa estabilidad, a la repetición, a la rutina, que finalmente y a largo plazo mandará al traste esa relación que por un periodo de tiempo largo,muy largo o corto, muy corto,nos mantuvo prisioneros, aislados del mundo y de nosotros mismos. De esa forma pasaremos a la siguiente etapa de nuestra vida. Una vida hecha de varias relaciones,de amores diversos,de ilusiones varias. Sin embargo la magia del amor hace que con gusto paguemos una y otra vez el precio de esta servidumbre, al tiempo que alimentamos la creencia de que cada vez seremos más sabios, más capaces de construir relaciones más saludables a la par que placenteras, en los que ambos miembros de la pareja lejos de estar cautivos puedan experimentar el gozo de crecer en compañía.
martes, 28 de julio de 2015
La servidumbre del amor
En el amor siempre hay una cierta servidumbre difícil de evitar. La primera servidumbre que aparece es hacia las expectativas que la relación amorosa en sí genera en cada uno de los enamorados. Hacia la aprobación que se espera del otro, hacia la proyección que se hace en éste, de todo lo que de él/ella esperamos: le dotamos de una serie de virtudes que tal vez no posea, atributos que creemos intuir, o que incluso vemos(por aquello de que el amor es ciego y como ciego tiene licencia para ver solamente lo que sus ojos quieren apreciar aunque eso qué quieren apreciar simplemente no exista). Más tarde hacia esa dependencia emocional que repentinamente ha surgido entre los enamorados: el otro es el que nos provee de una felicidad que antes de que entrara en nuestra vida no disfrutábamos y a la que nos habituamos y de la que cada vez queremos más, como si de una droga dura se tratara. A pesar de que la actividad de un considerable número de hormonas y neurotransmisores sean los artífices de estos episodios románticos y de que todo, a veces, resulte ser ficticio e ilusorio, todos queremos caer una vez más en esa ficción, vivir otra vez esa ilusión. Los seres humanos anhelamos la estabilidad, la seguridad. Nos gusta creer que las cosas son para siempre a pesar de que la vida misma nos muestra a cada paso día tras día, que todo son etapas para constituir al final una vida entera. Nos gusta aferrarnos a esa estabilidad, a la repetición, a la rutina, que finalmente y a largo plazo mandará al traste esa relación que por un periodo de tiempo largo,muy largo o corto, muy corto,nos mantuvo prisioneros, aislados del mundo y de nosotros mismos. De esa forma pasaremos a la siguiente etapa de nuestra vida. Una vida hecha de varias relaciones,de amores diversos,de ilusiones varias. Sin embargo la magia del amor hace que con gusto paguemos una y otra vez el precio de esta servidumbre, al tiempo que alimentamos la creencia de que cada vez seremos más sabios, más capaces de construir relaciones más saludables a la par que placenteras, en los que ambos miembros de la pareja lejos de estar cautivos puedan experimentar el gozo de crecer en compañía.
martes, 21 de julio de 2015
Todos somos superheroes
Ayer
viendo “Los increíbles", una familia de superheroes condenados
a vivir una vida ordinaria, me vino a la cabeza la frustración que
nos produce en general, vivir por debajo de nuestras
potencialidades. Y es que de una forma o de otra, todos somos
superheroes condenados a vivir una vida ordinaria. Todos contamos con
talentos y con habilidades que no siempre desarrollamos:bien por
falta de tiempo, de confianza en nosotros mismos, por
pereza...Mientras, la vida transcurre y la cotidianidad engulle
nuestras esperanzas de vivir una vida a la altura de nuestras
posibilidades reales. Nos acomodamos a la situación en la vivimos,
adormecemos esa vocecilla interna que nos recuerda una y otra vez
todo lo que somos capaces de hacer, como si escucharla nos molestara,
ya que si nos tomáramos en serio su mensaje implicaría un cambio.Un
cambio que en un principio vendría a complicarnos la vida de una
forma considerable.
-¡Qué
te calles te he dicho! ¿Qué yo podría hacer qué? Mira ya está
bien que yo estoy muy bien como estoy.
Luego
nos quedamos rumiando nuestras propias palabras, nuestras propias
argumentaciones, ya que esa vocecita somos nosotros mismos, nuestras
dudas respecto a lo que somos y hacemos, nuestros deseos de hacer
otras cosas, de vivir otra vida,una vida a la altura de nuestros
talentos. La vida que le corresponde vivir a un superheroe.
domingo, 12 de julio de 2015
De qué hablan las mujeres?
De
qué hablan las mujeres? Es algo que tal vez se pregunten los hombres
con frecuencia. De qué hablan las mujeres? Pues aquí está la
respuesta. Básicamente de dos temas:
-De
las cosas: de las cosas que querían hacer y que no hicieron, de las
que querían hacer y sí hicieron. De las cosas que sin querer
hacerlas consumaron y de otras que pensaron que no querían hacer
pero al final las quisieron y las hicieron. De las que podrían hacer y
nunca harán, de las que están fuera de su alcance, de las que
sueñan, de las que anhelan en lo más profundo de su alma...De sus
sueños locos, extravagantes, de pequeños placeres, de cosas
nimias...
-De
los hombres:
De los que llegaron a su vida y pasaron de largo, de los
que llegaron y se quedaron, ¡de los que por fin se quitaron de encima!, de los que quisieran tener encima, de los que nunca llegarán,
de los que esperan lleguen y vendrán, estarán por un tiempo y de nuevo partirán.
de los que esperan lleguen y vendrán, estarán por un tiempo y de nuevo partirán.
De los que amaron y no fueron correspondidas, de los que
las aman a escondidas.
De aquellos que están destinados a terminar
con ellas sus días.
De
eso hablan las mujeres: de las cosas que quieren hacer con sus vidas
y de los hombres que quieren que las compartan. Básicamente, de eso.
martes, 7 de abril de 2015
Mi vida es un infierno
Cuando
cruzamos la estrecha línea que existe entre disfrutar de las cosas y
ser prisioneros de ellas, ha llegado el momento de buscar
alternativas. Si esa relación ya no nos hace feliz, si ese trabajo
en el que antes disfrutábamos se ha convertido en una cárcel en la
que pasar nuestras horas muertas, ha llegado el momento propicio para
abandonar aquello que nos hace daño. Y no por egoísmo sino por amor
a uno mismo. No existe relación afectiva o familiar o trabajo lo
suficientemente bien retribuido como para hacernos perder nuestra
libertad y nuestra ilusión por la vida, para acabar con nuestro
bienestar y nuestra felicidad. Un cambio a tiempo es siempre una
victoria.
Verbalizar la cólera
Verbalizar
la cólera, la ira o su hermano menor, el enfado, es algo que no está
bien visto en la sociedad en la que vivimos. Sin embargo, verbalizar
el enfado,
comunicar aquello que nos disgusta y nos duele, nos libera de nuestro malestar a la vez que hacemos partícipes a los otros de nuestro estado de ánimo. Poner palabras a lo que sentimos, si en este caso es negativo, nos hará sentir mal en un primer momento. Parece que no tenemos derecho a que nada nos afecte negativamente, todo tiene que ser maravilloso y gozoso, lejos de la realidad plagada de claroscuros.
comunicar aquello que nos disgusta y nos duele, nos libera de nuestro malestar a la vez que hacemos partícipes a los otros de nuestro estado de ánimo. Poner palabras a lo que sentimos, si en este caso es negativo, nos hará sentir mal en un primer momento. Parece que no tenemos derecho a que nada nos afecte negativamente, todo tiene que ser maravilloso y gozoso, lejos de la realidad plagada de claroscuros.
Más
allá de esta encorsetada concepción, verbalizar el enfado tiene una
sana utilidad: nos libera del dolor y del resentimiento y nos acerca
a los otros al darles acceso a aquello que ocurre en nuestro
interior. Bien, nos hemos enfadado, hemos sido capaces de poner
palabras a nuestros sentimientos (y no estoy hablando de gritos y
acusaciones sin sentido, de insultos e improperios improcedentes).
Dejamos ir ese sentimiento de enfado, que ya ha cumplido su cometido
y recuperamos la calma y la serenidad. Ahí reside el poder sanador
de las emociones (incluso las negativas), si son bien canalizadas en
su expresión.
viernes, 20 de marzo de 2015
Somos tan distintos
¡Somos
tan distintos! Por más que traten de homogeneizar nuestras
características sociales, culturales y personales, nuestros anhelos
y nuestros miedos... ¡Cada persona es un mundo! Intentan clasificarnos, tipificarnos, como si fuéramos reses pertenecientes al mismo rebaño: los casados llevan
alianza, los solteros no la llevan. Si tienes pareja has triunfado en
el amor, si te separas de ella has fracasado. En realidad nada es tan
sencillo. Cada uno de nosotros tiene unos rasgos que lo definen a
todos los niveles. Atravesando el camino de la aprobación queremos
encajar en alguna de esas clasificaciones tan comunes y familiares
para todos. La aceptación y el amor de los demás es la motivación
última de todas nuestras acciones. De esta forma, en el camino de la
vida,probamos las mieles de la popularidad, del amor, de la amistad,
de la cercanía con los demás. Pero más pronto o más tarde la
misma vida nos trae las hieles del fracaso, del abandono, del
rechazo. Queremos ser iguales al modelo estándar para no sufrir pero
...somos tan diferentes a como se supone que deberíamos ser, que
como si de una bomba de relojería se tratase, la verdad,lo que en
realidad somos, termina por explotar delante de nuestras narices y
también, delante de las narices de los demás. Y es que por más que
queramos protegernos con formas “políticamente correctas”, no
hay más leña que la que arde y cada uno es cómo es, con sus
anhelos, con sus luchas, con sus miedos, con sus aristas y sus
recovecos. No podremos ser plenamente felices hasta que nos mostremos
como en realidad somos y aprendamos a amarnos como tales y aceptemos
que no ser como nos han dicho que deberíamos ser lejos de ser una
tragedia , es una suerte de liberación que con toda probabilidad nos
acerque ciertamente a nuestra auténtica felicidad.
jueves, 5 de marzo de 2015
La energía ni se crea, ni se destruye, se transforma.
Según enuncia el primer principio de la Termodinámica, la energía ni se crea, ni se destruye, se transforma. Es por eso, que las relaciones, las personas, los sentimientos, los pensamientos acerca de las cosas, de la vida, parece que se destruyen para luego crearse en esa posterior transformación. Somos energía en estado puro. Lo somos como seres vivos, lo son nuestros sentimientos y nuestros pensamientos y lo son también nuestras relaciones con los demás y con el mundo. Por ese motivo parece que cuando algo cambia en nuestras vidas, da la sensación de que algo se destruye para luego crear algo distinto, que termina siendo una transformación de lo que era primero. La consecuencia positiva de la contemplación de este principio, es que nada se pierde en los cambios, que inevitablemente experimentamos a lo largo de nuestra vida. Sólo se transforman sentimientos, pensamientos, relaciones o incluso somos nosotros mismos los que nos transformamos o las demás personas de nuestro entorno son las que experimentan dicha transformación. No existen las pérdidas, sólo las transformaciones. Si tenemos en cuenta las leyes que rigen el universo en que vivimos, éstas nos aportan una visión más optimista y objetiva de ese pequeño cosmos que es, nuestra vida.
lunes, 16 de febrero de 2015
De qué están hechas nuestras relaciones?
El
otro día leí, que en ocasiones es bueno romper nuestras relaciones
para descubrir de que estaban hechas. Es como cuando destripábamos
un muñeco de trapo cuando éramos niños, para comprobar que en su
interior, después de tanto amor y cuidados, de tantos momentos de risas y
de ternura, de diversión y compañía, sólo habitaban las telas
arrugadas, el algodón, la lana o la guata.
A
menudo, cuando rompemos nuestras relaciones, después de muchas
dudas, venciendo todos y cada uno de nuestros temores (a haber tomado
una decisión errónea, a la soledad, a que esa añoranza anticipada
que nos posee se cronifique en el tiempo, entre otros), descubrimos realmente de que estaban hechas esas uniones. Con frecuencia descubrimos que
estos vínculos que rompemos y a los que renunciamos, estaban hechos
de mentiras, de dependencias varias, de inseguridades compartidas, de
ilusiones realizadas y de deseos frustrados.Es por eso que se
extinguen, que mueren, que no sobreviven al paso del tiempo. Cuando
cerramos una puerta, miles se abren y en cualquier caso el
aprendizaje que nos aportó la experiencia de esta unión, es lo que
nos hace crecer y perseverar en el camino de la vida.
martes, 10 de febrero de 2015
Las palabras que decimos crean la realidad
No
sólo las acciones y las decisiones que tomamos conforman nuestra
vida. Aquel refrán que reza “obras son amores que no buenas
razones”, es tan solo una verdad a medias. Aunque a simple vista
parezca que las palabras que pronunciamos y escuchamos no vayan a ser
tan determinantes como nuestros actos, un enunciado mil veces
repetido se convierte en una realidad palpable.
¿Quién
no ha renunciado a hacer algo por la opinión de otros? No podrás.
Es muy difícil. O al contrario ¿Quién no ha hecho algo impulsado
por las palabras de aliento de los demás? Claro que puedes. Yo te
ayudo. ¡Qué interesante!
Pero
no sólo cuentan las palabras dichas por otros sobre nosotros y sobre
nuestra propia vida, también cuentan y mucho, incluso más, las que
decimos nosotros acerca de nosotros mismos y de nuestra vida. Esas
palabras que pronunciamos son una primera materialización de
nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, que si persisten en
el tiempo y repetidos en voz alta una y otra vez, terminaran
inevitablemente convertidos en nuestra realidad.
Por
ejemplo si no paramos de decir,bien en nuestro diálogo interno, como
en voz alta a otras personas:¡Qué asco de vida que llevo! Nuestra
vida devendrá a ser posiblemente asquerosa. Igual que si estamos continuamente repitiéndonos:
¡Qué feliz soy!¡Como disfruto de cada momento de mi vida! Irremediablemente
nuestra vida nos reportará cada vez, más motivos que confirmen esta
percepción.
Así
que observa lo que piensas, atiende lo que dices, porque posiblemente
ese sea el futuro que mañana te espera .
lunes, 9 de febrero de 2015
La carencia
Vivir
desde la carencia. La carencia de alimentos, de dinero, de trabajo,
de amistad, de amor, de actividad, de sentimientos...no está bien
visto en el mundo en el que vivimos.
Crecemos
en una sociedad en la que se niega la carencia, la privación.
Crecemos en un mundo basado en la satisfacción de necesidades y
deseos tan pronto y rápido como sea posible, aún cuando estas
necesidades y estos deseos no estén claramente definidos. De esta
manera se da con frecuencia la circunstancia, de que no sabemos con
certeza que deseo o necesidad estamos satisfaciendo, ni de que modo
lo estamos haciendo. ¿Por qué comemos en exceso o en defecto, por
qué estamos con alguien o estamos solos, por qué salimos mucho o
permanecemos en casa aislados....? Como no sabemos el por qué eso
nos lleva a que tampoco sepamos cuándo debemos comer o debemos no
hacerlo, cuándo es mejor que estemos solos o acompañados, cuándo
debemos hacer algo o dejar que las cosas sucedan. Vivimos con prisas,
con anticipación, con impaciencia. En una suerte de confusión en la
que prima la consecución del bienestar, desconociendo en muchas
ocasiones qué es lo que nos lo brinda, cubriendo deseos y
necesidades de otros, copiados, heredados, emulados. Tenemos que
estar satisfechos a toda costa, no sentir la carencia. Vivimos la
carencia como una gran enemiga a la que hay que evitar.
Sin
embargo la carencia, la falta de algo, el vivir sin algo, es nuestra
gran maestra. Nos hace identificar y reconocer nuestras auténticas
necesidades y deseos. Nos hace volver la mirada hacia dentro de
nosotros mismos y descubrir hasta que punto esta carencia es tal para
nosotros y en caso de sí serlo reconocer qué recursos tenemos en
nuestro interior para rescatarla y hacerla brillar, para crecer y
madurar a su lado. La carencia también nos hace volver la mirada
hacia el exterior en su totalidad, al mundo y contemplar su riqueza,
su esplendor, todo lo que nos ofrece y calibrar con realismo si esa
carencia es algo realmente importante para nosotros o si podríamos
vivir con esa carencia, con esa falta de compañía, de comida, de
actividad, de amor, de amistad, de dinero, de trabajo, de
sentimientos...
Si
por el contrario esa carencia es vital para nosotros, nos brinda la
ocasión de encontrar un montón de caminos para hacer que esa
carencia deje de serlo, para conducir o reconducir nuestra vida, para
encontrar nuestras verdaderas necesidades y deseos sin la urgencia de
la satisfacción con la que antes vivíamos aún sin saber a ciencia
cierta cuáles eran nuestras carencias. La carencia muestra una
enseñanza que la satisfacción nunca podrá darnos y es la certeza
de que nada es necesario de forma absoluta, sólo lo es en la medida
en que así lo contemplamos.
martes, 3 de febrero de 2015
Fragmento de "Mi estrategia es esperar que un día me necesites" publicado en amazon
En la que luego supo sería una de las últimas cenas que compartieran, Isabel descubrió una faceta de Luis que desconocía, una faceta en la que nunca había reparado o que tal vez todavía no se había manifestado. Habían quedado con unos amigos a cenar como otras veces. Era verano, hacía calor e iban a pedir lo que iban a tomar en la terraza de un bar. De pronto Isabel reparó en que Luis coqueteaba abiertamente y a escasos centímetros de ella con la camarera que tenía que apuntar los pedidos, una chica muy mona que lucía una falda muy corta y una considerable falta de experiencia. La camarera en cuestión, estaba encantada de como se estaba desarrollando la situación. Eso se hacía evidente en su mirada divertida y descarada y en la sonrisa bobalicona que se había instalado en sus labios. No era lo que pasaba, era como pasaba. No era lo que decían, era como lo decían.
-Nosotros
queremos unos calamares a la romana, unas bravas y un par de
cañas.-dijo su amiga-Luego ya te pediremos los bocadillos.
-¿Tenéis
chipirones en su tinta?-preguntó Luis a la chica con una de sus
sonrisas más cautivadoras.
-Pues
no tenemos, los tenemos rebozados.-respondió la camarera presa del
hechizo que Luis momentáneamente ejercía sobre ella.
Isabel
observaba la situación y no daba crédito a lo que sus ojos veían.
La chica miraba medio embobada con una perenne sonrisa en los labios
a Luis, mientras éste la miraba de arriba a abajo con una mirada
seductora que parecía querer decir muchas cosas aunque no
precisamente lo que deseaba cenar esa noche. Isabel se puso nerviosa.
Muy nerviosa. Quería romper la magia que se había creado entre
ellos, no soportaba ser testigo de esa mutua fascinación. Ella sabía
como disiparla.
-El
caballero no está en la carta-dijo.
-¿Cómo?-exclamó
atónita la camarera.
-Que
el caballero no está en la carta-repitió con seguridad y
aplomo.-Más tarde pediremos.
Fragmento de "Lo que la vida nos da" publicado en amazon
Llevaba
ya un año de directora del Hospital, pero veía que necesitaba más.
Así que un día, hablando con un nuevo amigo, Juan, descubrí cuál
sería el siguiente paso que debía de dar para conseguir mis
propósitos.
—Rocío,
si lo que quieres es dedicarte a la política, lo mejor que puedes
hacer es afiliarte a un partido político.
—Sí,
claro. ¿Al qué sea más afín a mis ideas?—pregunté.
—No
necesariamente. Al que sea votado de forma mayoritaria. Así tendrás
una mayor probabilidad de alcanzar el poder.
—Eso
parece lógico.—reconocí.
Seguí
el consejo de Juan, que por supuesto militaba también, en el partido
sugerido. Acudí a cuantas reuniones y mítines hizo falta. Me hice
de notar. Conocí a los cabecillas, a los líderes autonómicos y
hasta nacionales. En mi casa apenas me veían, pero cuando me dejaba
ver, estaba tan entusiasmada y feliz, que Jesús y mis hijos,
Santiago y Belén, no podían más que alegrarse por mí, aunque
echaran en falta mi presencia. Entendían que la carrera que había
escogido, exigía de esos esfuerzos.
Tras
largos meses de viajes continuos, de demostrar una disposición
absoluta, me ofrecieron la Consejería de Economía y Hacienda. No
pude disimular mi confusión.
-Yo
soy médico. Lo que yo conozco es cómo funciona la sanidad-acerté a
expresar de esta manera mi desconcierto.
Fragmento de "Todos los esqueletos son blancos" publicado en amazon
Doña
Agustina se despertó aquella mañana y llamó a su doncella Zulema
para que la ayudase a vestirse.
—Zulema
tráeme el vestido rojo y verde de seda con pedrería.
—Sí
señora.
La
duquesa se encontraba muy favorecida con ese traje y aquella mañana
estaba de muy buen humor y quería verse lo más guapa posible.
Zulema le ayudó a ceñir la falda sobre su cintura, para después
acoplarle el jubón sobre su esbelto cuerpo. Terminó ahuecando la
falda, al tiempo que le calzaba unas sandalias a su señora. Luego la
peinó, le hizo un moño con la larga trenza que tejió con su
generosa melena. Sobre el moño ajustó, un tocado de color rojo a
juego con los colores de la falda y el jubón que doña Agustina
lucía.
La
duquesa se contempló satisfecha frente al espejo y sonrió
agradecida a Zulema.
—La
señora está guapísima.
—Gracias
Zulema. Ya sabes que sin tu ayuda no lo habría conseguido.
—La
señora es muy bella y no necesita de mi ayuda para lucir hermosa.
—Bueno,
bueno Zulema, no vamos a discutir por algo tan banal.
Brillaba
un sol esplendoroso y doña Agustina se acercó a ver a sus hijos.
—Buenos
días mis amores —dijo al irrumpir en la habitación de juegos de
los pequeños.
Los
niños, Fernando y Rodrigo, jugaban entre ellos y la pequeña Leonor
y su hermana Inés, se entretenían arreglándose los vestidos y
peinándose los cabellos.
Los
niños dejaron lo que estaban haciendo y se abalanzaron sobre su
madre.
—¡Madre!—gritaron
casi al unísono.
Fernando
el más mayor contaba ya con diez años. Leonor la pequeña, tan sólo
cuatro. Todos la abrazaron y se dejaron besar por ella. La duquesa
disfrutaba de verlos tan felices y formales. Cada uno esperaba
paciente su turno para recibir la atención materna. Doña Agustina
uno por uno, los iba sentando en su regazo.
—Pero
Inés. ¿qué pelo le estás haciendo a Leonor? No está mal del
todo.—comentó ante el patente disgusto de la pequeña por su
apreciación.—Anda trae el peine yo se lo arreglaré.
Inés
le dio el peine y la duquesa con suma dulzura enderezó el rizo rubio
y dócil de Leonor sobre sus hombros. Mientras Fernando y Rodrigo
peleaban porque ambos querían acompañar a su padre a una cacería.
—No
hace falta que os peleéis. Los dos podéis ir con vuestro padre a
esa dichosa cacería.—afirmó doña Agustina con calma, tratando de
poner paz entre los niños.
De
pronto irrumpió Zulema en la estancia.
—Señora
acaba de llegar Monseñor.
—Gracias
Zulema. Hazle pasar a la sala principal y por favor echa más leña a
la chimenea que estos niños se van a quedar helados.
—Sí
señora.
La duquesa se arregló el vestido y se ajustó el tocado, mientras encaminaba sus pasos hacia el encuentro con Monseñor.
—Monseñor
es un placer recibir su visita—exclamó doña Agustina tras besar
su mano en una leve reverencia.
—El
placer es mío señora. Es usted la mujer más llena de gracia de
toda esta región.
—Agradezco
el halago doblemente por quien lo hace, pero créame, no lo
merezco—afirmó con humildad la duquesa.
lunes, 19 de enero de 2015
Autoestima
Es difícil quererse, aceptarse tal cuál uno es.No dejarse vencer por
las propias inseguridades y los propios miedos. Creer en uno mismo, asumir un cierto
margen de error en cada una de nuestras acciones y pensamientos. Tener una imagen de nosotros, lo más cercana a la realidad posible. Ni somos tan
maravillosos, ni somos tan horribles. Lo ideal sería aceptar con naturalidad nuestras luces y nuestras sombras.Cuando tú te quieres es más fácil
que los demás te quieran y contradictoriamente necesitas menos que
los demás lo hagan, al menos de una forma tan apremiante, ya que tú
ya te quieres incondicionalmente.
Últimamente
hago un ejercicio, muy sencillo, muy obvio, pero que yo al menos y
creo que mucha gente, no había hecho nunca. El ejercicio es el
siguiente:consiste en comportarme y decirme a mí misma, todas esas
cosas hermosas que hago (me cuido, me perdono, me escucho, atiendo
mis necesidades, velo por mi bienestar) y digo a los que más quiero:
Te quiero mucho, lo estás haciendo muy bien, eres maravilloso-a,no
te preocupes por nada que todo va a salir bien, eres un ser excepcional, siempre estaré contigo, pero qué
cosita más bonita eres....No sé que os puede parecer, pero yo desde
que hago esto hace tan sólo unos días(me lo digo en voz alta en el
coche), me siento distinta, mejor, más segura y percibo la vida como
algo más fácil de afrontar.¿Y tú cómo te demuestras que te
quieres?
jueves, 15 de enero de 2015
Los amigos imaginarios
Un
día cualquiera estábamos cenando y sin un motivo en concreto me
acordé de mi amiga imaginaria de la infancia. Me había acordado en
otras ocasiones, a fin de cuentas los amigos reales o imaginarios no
se olvidan así como así. Un día que hablé de ella, mi amiga
Antonia, en el trabajo, una compañera apuntó que ahora por ese
motivo me habrían llevado al psicólogo.
-Es
posible. Pero como soy la pequeña de cinco hermanos mi madre estaba
más que acostumbrada a todos los retos que presenta la educación de
un hijo. De hecho una de mis hermanas también tuvo una
amiga imaginaria.-argumenté.
El
caso es, que aquel día en la sobremesa de la cena, comenté que yo
cuando era niña tenía una amiga imaginaria.
-Es
que tú eres muy rara hija.-sentenció mi marido.
Entonces
mi hija reconoció que ella también había tenido una amiga
imaginaria que se llamaba Marta y mi hijo también se atrevió a
hablar de su amigo imaginario Juan.
-¿Quién
es el raro ahora?-le pregunté a mi marido.-Estás en clara minoría.
Y
es que la normalidad y lo extraordinario está en los ojos, en la
experiencia de quién los califica como tales.
¿Qué compramos cuando compramos algo?
Parece
una pregunta retorica pero tiene su miga. A simple vista cuando
compramos una cosa, pongamos por caso, un libro, una prenda de
vestir, compramos sólo eso: un libro, una prenda de vestir. Si no
nos quedamos tan sólo en la superficie y ahondamos un poco más,
vemos que al comprar el libro, al comprar la prenda de vestir, no
sólo compramos el libro, no sólo compramos la prenda de vestir,
compramos el tiempo para leer el libro, los conocimientos o la nueva
visión de las cosas que nos va a ofrecer el leerlo, las ocasiones
para lucir el vestido. Si el libro o el vestido tienen además, otras
connotaciones para nosotros,el libro lo leímos en nuestra juventud,
el vestido es una prenda parecida a una que utilizamos cuando éramos
jóvenes, en una época en la que la despreocupación y la felicidad
guiaban nuestros días, estamos comprando juventud, alegría,
felicidad, libertad. Ahora es mucho más fácil entender porque
vivimos en una sociedad de consumo. Se compra el status al realizar
determinadas compras(coches, bienes inmuebles, últimos modelos de
aparatos tecnológicos...) en estos casos compramos: prestigio,
poder, clase social, diferencia con los otros,
distinción,bienestar..... Y lo expuesto para el libro y el vestido,
es aplicable a cualquier bien consumible. Cuando compramos cosas, en
realidad estamos comprando: tiempo, sensaciones, sentimientos,
valores, estilos de vida. Y todo esto los publicistas lo saben.¿Eres
consciente tú de qué estás comprando en cada compra que realizas?
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