Cuando
cruzamos la estrecha línea que existe entre disfrutar de las cosas y
ser prisioneros de ellas, ha llegado el momento de buscar
alternativas. Si esa relación ya no nos hace feliz, si ese trabajo
en el que antes disfrutábamos se ha convertido en una cárcel en la
que pasar nuestras horas muertas, ha llegado el momento propicio para
abandonar aquello que nos hace daño. Y no por egoísmo sino por amor
a uno mismo. No existe relación afectiva o familiar o trabajo lo
suficientemente bien retribuido como para hacernos perder nuestra
libertad y nuestra ilusión por la vida, para acabar con nuestro
bienestar y nuestra felicidad. Un cambio a tiempo es siempre una
victoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario