Cuando
cruzamos la estrecha línea que existe entre disfrutar de las cosas y
ser prisioneros de ellas, ha llegado el momento de buscar
alternativas. Si esa relación ya no nos hace feliz, si ese trabajo
en el que antes disfrutábamos se ha convertido en una cárcel en la
que pasar nuestras horas muertas, ha llegado el momento propicio para
abandonar aquello que nos hace daño. Y no por egoísmo sino por amor
a uno mismo. No existe relación afectiva o familiar o trabajo lo
suficientemente bien retribuido como para hacernos perder nuestra
libertad y nuestra ilusión por la vida, para acabar con nuestro
bienestar y nuestra felicidad. Un cambio a tiempo es siempre una
victoria.
martes, 7 de abril de 2015
Verbalizar la cólera
Verbalizar
la cólera, la ira o su hermano menor, el enfado, es algo que no está
bien visto en la sociedad en la que vivimos. Sin embargo, verbalizar
el enfado,
comunicar aquello que nos disgusta y nos duele, nos libera de nuestro malestar a la vez que hacemos partícipes a los otros de nuestro estado de ánimo. Poner palabras a lo que sentimos, si en este caso es negativo, nos hará sentir mal en un primer momento. Parece que no tenemos derecho a que nada nos afecte negativamente, todo tiene que ser maravilloso y gozoso, lejos de la realidad plagada de claroscuros.
comunicar aquello que nos disgusta y nos duele, nos libera de nuestro malestar a la vez que hacemos partícipes a los otros de nuestro estado de ánimo. Poner palabras a lo que sentimos, si en este caso es negativo, nos hará sentir mal en un primer momento. Parece que no tenemos derecho a que nada nos afecte negativamente, todo tiene que ser maravilloso y gozoso, lejos de la realidad plagada de claroscuros.
Más
allá de esta encorsetada concepción, verbalizar el enfado tiene una
sana utilidad: nos libera del dolor y del resentimiento y nos acerca
a los otros al darles acceso a aquello que ocurre en nuestro
interior. Bien, nos hemos enfadado, hemos sido capaces de poner
palabras a nuestros sentimientos (y no estoy hablando de gritos y
acusaciones sin sentido, de insultos e improperios improcedentes).
Dejamos ir ese sentimiento de enfado, que ya ha cumplido su cometido
y recuperamos la calma y la serenidad. Ahí reside el poder sanador
de las emociones (incluso las negativas), si son bien canalizadas en
su expresión.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)