¡Somos
tan distintos! Por más que traten de homogeneizar nuestras
características sociales, culturales y personales, nuestros anhelos
y nuestros miedos... ¡Cada persona es un mundo! Intentan clasificarnos, tipificarnos, como si fuéramos reses pertenecientes al mismo rebaño: los casados llevan
alianza, los solteros no la llevan. Si tienes pareja has triunfado en
el amor, si te separas de ella has fracasado. En realidad nada es tan
sencillo. Cada uno de nosotros tiene unos rasgos que lo definen a
todos los niveles. Atravesando el camino de la aprobación queremos
encajar en alguna de esas clasificaciones tan comunes y familiares
para todos. La aceptación y el amor de los demás es la motivación
última de todas nuestras acciones. De esta forma, en el camino de la
vida,probamos las mieles de la popularidad, del amor, de la amistad,
de la cercanía con los demás. Pero más pronto o más tarde la
misma vida nos trae las hieles del fracaso, del abandono, del
rechazo. Queremos ser iguales al modelo estándar para no sufrir pero
...somos tan diferentes a como se supone que deberíamos ser, que
como si de una bomba de relojería se tratase, la verdad,lo que en
realidad somos, termina por explotar delante de nuestras narices y
también, delante de las narices de los demás. Y es que por más que
queramos protegernos con formas “políticamente correctas”, no
hay más leña que la que arde y cada uno es cómo es, con sus
anhelos, con sus luchas, con sus miedos, con sus aristas y sus
recovecos. No podremos ser plenamente felices hasta que nos mostremos
como en realidad somos y aprendamos a amarnos como tales y aceptemos
que no ser como nos han dicho que deberíamos ser lejos de ser una
tragedia , es una suerte de liberación que con toda probabilidad nos
acerque ciertamente a nuestra auténtica felicidad.
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