La
mayoría de mujeres y hombres que conozco que permanecen solos a
partir de los 50 están rotos, destruidos por la soledad, por la
huella que dejó en ellos relaciones pasadas. No son invisibles.
Están como borrosos, desdibujados, buscándose a ellos mismos, en
proceso de reconstrucción.
Los
que permanecen en pareja desde hace mucho tiempo, están en su
mayoría esclavizados en su rol de madre-padre, esposa-marido,
sacando adelante su trabajo fuera y dentro de casa y tratando
desesperadamente de encontrar un sentido a su vida, insatisfechos
como se sienten por una relación posiblemente deteriorada e hijos no siempre agradecidos ante su dedicación y esfuerzos.
En
ambos grupos hay mujeres y hombres empoderados, que viven la vida que
quieren vivir tanto en soledad como en compañía, que se han
encontrado a sí mismos, que se han construido o reconstruido
encontrando la paz y la armonía, que han conseguido por fin ser
ellos mismos y disfrutar a su manera de la vida.
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