Hay personas que al interactuar con ellas te hacen renacer. Florecer,
como una flor en primavera, recuperando todo su color, textura, aroma
y esplendor. Te dan luz, ilusión, esperanza. Te abren caminos que ni
siquiera sabías que existían. Te ofrecen perspectivas que nunca te
habías planteado.
Expanden
tu alma y tu pensamiento. Renuevan tus ganas de vivir. Te enriquecen.
Te alegran el día.
Son
comunicativas. Comparten sus preocupaciones y sus alegrías. Son
empáticas y tienen un fuerte apego al sentimiento de solidaridad.
Entienden que de alguna manera todos vamos en el mismo barco y somos
susceptibles a que nos ocurran las mismas cosas, tanto buenas como
malas.
Otras
no entienden el entusiasmo, no les gusta comunicarse con los demás.
Lo consideran una intromisión en su vida, en su triste realidad.
No
entienden que alguien pueda ser detallista, que se preocupe por
ellos. Estas personas son tremendamente egocéntricas y no piensan
más que en ellas mismas, en sus metas y en su mundo burbuja. Poco
les importa hacer lo que sea para conseguir sus fines, caiga quien
caiga, hieran a quien hieran. Solo ellos importan. Son el ombligo de
un mundo penoso y limitante.
Por
supuesto hay un sinfín de tipos de personas y de subtipos a englobar
en esta u otras descripciones.
Pero
básicamente hay personas que te hacen la vida más agradable y otras
que de una forma u otra tratan de llevarte con ellas a su oscuridad.
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