Hay
personas que cuando en su vida se cruzan con circunstancias negativas
se dejan caer con la certeza de que alguien les recogerá para
amortiguar la caída. De esta forma se hunden y no enfrentan la
situación que les hace sentir mal, dejando esta responsabilidad en
manos de otros. Así no desarrollan resiliencia (La resiliencia
es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse
frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En
ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten
desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo
desconocía hasta el momento. Definición de resiliencia según la RAE). Al optar por la decisión de hundirse, de abandonar toda
esperanza, no desarrollan sus recursos internos, su fortaleza, su
fuerza, su coraje. La vida pasa y estas personas se encuentran en el
mismo punto en el que se encontraban en el momento en el que apareció
la circunstancia negativa. Se siguen sintiendo derrotados, con la
seguridad de que otras personas responderán por ellas a las demandas
que la realidad solicita. Su impotencia les empequeñece y les hace
esclavos de su propia respuesta a lo sucedido. Pero como dice el
refrán “todo tiene solución” y “no hay mal que cien años
dure”. Dejarse ayudar o ayudarse a uno mismo observando el suceso
desde otras perspectivas, puede llevar a salir de ese estado y que
esas personas sigan luchando en el camino de la vida.
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