lunes, 24 de octubre de 2022

LA VIDA Y LA MUERTE

 














Yo no le tengo miedo a la muerte, ni a los muertos. Cuando llegue mi hora, pasaré al otro lado, dónde me reencontraré con todos mis difuntos.

A lo que sí temo es a la vida y a los vivos. A esos seres a los que nos acercamos buscando respeto y cariño y en los que a menudo solo encontramos, rechazo e indiferencia. En forma de desaires, traiciones, humillaciones.¡¡Bonito panorama éste de vivir!! En medio de tanta falsedad, de tanta hipocresía, de tanta astucia, a lo largo de la vida nos encontramos con demasiados lobos disfrazados de corderos. Tenemos que estar dispuestos a luchar para tan solo ser quienes somos. Dispuestos a estar solos, en la mejor de las compañías.

En el mundo de los vivos todo vale. Para supuestamente ganar y ver al otro vencido. La crítica, el desamor, el abandono... El dar la vuelta a la tortilla y convertir a la víctima en verdugo para que el verdugo sea víctima de la crueldad con la que él mismo se ha comportado. Y luego las luchas de poder ¡¡Yo tengo la razón, tú estás equivocado!! ¡¡Yo valgo más que tú, mira mi casa, mira mi auto!!

Todos los puntos de vista son válidos y cada uno es libre de escoger el suyo y su forma de vida y los demás tenemos la obligación de respetarlos, si es que acaso aspiramos también a ser respetados. Porque solo el que respeta merece respeto. Solo el que ama merece amor. Solo el que perdona merece perdón.

En el mundo de los muertos solo se ven las cosas con el corazón. Lo material ya no importa. Ya no sirven todos esos mecanismos de los vivos para competir, para boicotear al otro, para hacerle sentir mal. Allí están todos en el mismo estado, transitan la misma experiencia y lo que les es importante, son cosas que solo el corazón puede valorar. Nadie gana, nadie pierde. A fin de cuentas, ellos ya saben que allí no se llevaron nada. Solo el amor que fueron capaz de dar a los otros mientras duró su vida.

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