Con el paso del tiempo descubrí que la bondad era un bien escaso. No hablo de la buena fe, de la ingenuidad propia de las personas jóvenes o con poca experiencia de la vida. Me refiero a la bondad como valor humano supremo, que requiere inteligencia, empatía, una cierta calidad humana y un determinado desarrollo espiritual. Todo eso, para algo tan simple como no desearle el mal a nadie, no actuar con mala fe o dudosas intenciones, tener un interés en alguien más allá de uno mismo, por el resto de los mortales, por su bienestar y prosperidad, tener una disposición de ayuda al prójimo y hacer la vida más agradable a nuestros compañeros de vida en las distintas áreas de la misma.
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