lunes, 16 de mayo de 2022

El juego de la vida

 










A pesar de la certeza de que nada es para siempre, ni siquiera nuestra propia existencia, existe una especie de esclavitud de la felicidad como si esta, siempre tuviera que presidir nuestra vida. Experimentar la felicidad eterna, continúa, constante y por obligación. Y nada esmás alejado de la realidad. La vida es: subidas, bajadas, obstáculos, superación, lecciones, aprender y sobre todo permitirse ser y estar en cada momento cómo realmente se es y se está. Todo es evolución y es vida. También la tristeza, la depresión y la desesperanza, son peldaños de una escalera que puede conducirnos a algún sitio. Nuestra vida o nuestra apariencia a cerca de cómo nos sentimos no tiene que ser un escaparate. Así que hay que permitirse vivir lo que sintamos en cada momento. Para saber que has ganado es necesario sentir que has perdido, para saber que disfrutas de la paz es necesario haber batallado en el conflicto, para saber qué es la alegría es necesario experimentar la tristeza. La felicidad no la determina lo que nos ocurre sino cómo lo afrontamos y qué solución le demos a las situaciones que surgen cada día en nuestras vidas. Eso determina nuestro grado de satisfacción o frustración, por lo tanto nuestro bienestar y algo parecido a esa felicidad cuya consecución a veces nos esclaviza. Para saber que somos felices es necesario habernos sentido despojados de toda esperanza e ilusión en algún momento de la vida. Solo así reconoceremos claramente, el esplendor, el sonido, los colores y el aroma de la felicidad real.



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