Que
las personas no somos perfectas es algo de todos sabido. Tenemos que
aceptar y lidiar a diario con nuestros propios defectos y por
añadidura con los de los que nos rodean: familiares, amigos,
compañeros de trabajo...
Pero
otra cosa es convivir con la imperfección intrínseca de la vida,
que nos da una de cal y otra de arena, de forma continuada, un día
sí y al siguiente también. El gran reto consiste en mantener el
equilibrio y seguir disfrutando de las cosas buenas que aparecen en
nuestra vida y no dejar que su brillo se oscurezca por los percances
que sin duda, la vida traerá paralelamente consigo.
Parece
una tarea fácil pero a menudo nos dejamos abatir por los incidentes
que menoscaban nuestra alegría y ese abatimiento anula las
posibilidades de disfrutar de los acontecimientos positivos que la
vida nos regala.
Vivir
feliz supone aprender a vivir en la cuerda floja, haciendo
equilibrios en medio de la incertidumbre. Una lucha permanente para
no dejarse vencer por los contratiempos y dar prioridad a aquello que
llena nuestra vida de amor, alegría e ilusiones.
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