Vivimos
la vida deprisa, deprisa.
Nos
levantamos por la mañana aprisa, aprisa. Vamos corriendo al trabajo
o a realizar nuestras obligaciones cotidianas. Volvemos a casa
rápidamente tras cumplir con nuestro trabajo. Comemos en un
santiamén. Descansamos si acaso podemos, en un abrir y cerrar de
ojos, para continuar con las demandas de la jornada. Corremos de un
sitio para otro como si no hubiera un mañana: de vuelta al trabajo,
haciendo gestiones varias para terminar regresando a casa en donde
haremos la cena a toda prisa, pensando en la hora que se nos ha hecho
...¡¡ay, que mañana hay que madrugar!!
Nos
acostamos a dormir y dormimos aprisa, aprisa, que mañana hay que
estar descansado y hay que volver a comenzar.
Amamos
aprisa, tratamos de olvidar rápido el objeto de nuestro amor y en el
trayecto de esta vida olvidamos que al final también deprisa,
deprisa, la muerte nos alcanzará y por fin la prisa terminará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario