La más pura felicidad se refleja en la cara con una sonrisa abierta, perenne, soñadora de alguien que casi no cree el poder disfrutar de su suerte. Con esa sonrisa casi bobalicona, permanente, con esa mirada ilusionada que elije ver solo lo bueno de esa situación de la que disfruta y que considera rica, inesperada, prolífica en matices y en sensaciones de bienestar, que engrandece los detalles hasta hacerlos de una belleza descomunal y a los que atribuye un peso definitivo en su vida. Puede parecer que alguien que disfruta así de la felicidad que la vida le procura puede ser ingenuo, pecar de inocente o tal vez sea lo suficientemente sabio como para haber encontrar la medida justa del valor de las cosas y saber apreciar por lo tanto y disfrutar la situación que vive en toda su dimensión, en todo su esplendor. Una dimensión y un esplendor que escapan a las personas que puedan considerar que ser feliz es un acto de irresponsabilidad frente a una realidad tan dura como la que nos rodea más que una obligación a cumplir que depende de cada uno y de su capacidad de apreciar y de disfrutar la vida.
martes, 29 de julio de 2025
lunes, 28 de julio de 2025
La necesidad de pertenecer
La necesidad de
pertenecer a un grupo, de estar en armonía con el mismo, nos lleva a veces a no
expresar con libertad nuestra opinión y a considerar como normal que todos
opinemos lo mismo a cerca de una cuestión, siendo que lo más lógico sería tener
una opinión distinta acerca de dicha cuestión condicionada por nuestras propias
experiencias, nuestras propias creencias, percepciones e improntas y respetar y
enriquecernos con esa variabilidad que cada ser humano puede aportar con su
visión de las cosas.
Sin embargo, nos
es más cómodo sentirnos pertenecientes a un grupo y adherirnos a esa corriente
de pensamientos, de opiniones, de forma de estar en el mundo. Nos es más fácil
a nosotros porque de esta manera no pensamos, asumimos que otros piensen por
nosotros y les es más cómodo a los otros. A los que nos quieren clasificados,
alineados, despersonalizados, carentes de iniciativas y propuestas, de
originalidad y creatividad. A los que
nos quieren ver individuos con comportamientos previsibles, programados para
ser como el resto, para pensar y opinar como el resto, para olvidarse de sí
mismos, de quiénes somos y de cómo somos, de cuáles son nuestras
potencialidades y sueños y de nuestra capacidad para dibujar un camino
alternativo al trazado, que otros puedan transitar y romper así con la
necesidad de pertenecer al grupo.
miércoles, 16 de julio de 2025
La colaboración
Me he cruzado con un reguero
de hormigas. Siempre me ha maravillado como se organizan, como colaboran unas
con otras, como el esfuerzo individual tiene un fin colectivo, como van en fila
una detrás de otra en una dirección y en la dirección contraria van una detrás
de otra en la otra dirección, abasteciéndose de todo aquello que encuentran,
sorteando cualquier obstáculo que encuentran en su camino, bien puede ser una
piedra pequeña que para ellas es tremendamente grande.
Siempre me ha fascinado su
esfuerzo individual y como ese esfuerzo individual tiene una finalidad de
colaboración colectiva. Como unos seres tan pequeños son capaces de organizarse
tan fácilmente y de forma instintiva para conseguir el bien común.
Me parece increíble que los
seres humanos, las personas, en cambio no seamos capaces de hacer lo mismo ni
por asomo, que ese esfuerzo individual que hacemos no esté enfocado en la
colaboración con otros seres humanos, sino en el beneficio propio.
Me parece increíble que una
hormiga que tiene un cerebro de un tamaño casi microscópico al lado del cerebro
humano, haya llegado a una conclusión que le salva a ella y que salva al resto
de sus compañeras, mientras que los seres humanos incapaces de llegar a una
conclusión tan evidente y sencilla, se enfrentan los unos con los otros
tratando de destruirse, tratando de competir unos con otros, tratando de
ponerse por encima unos de otros, olvidando que todos somos seres humanos y que
por lo tanto nuestro bien común debe de prevalecer por encima de los intereses
individuales o que al menos estos intereses individuales deben de contemplar el
contribuir al bien común.
El ser humano, las personas,
nos encontramos en el polo opuesto en cuanto a colaboración y cooperación con
semejantes se trata. Estoy hablando de guerras, de hambrunas, de falta de
recursos básicos, mientras que vivimos en un planeta que podría abastecernos a
todos sin ningún tipo de problemas, se mantiene el que una parte de la
población mundial acumule ropas, comida que no puede comer y que tiene que
tirar la basura, agua potable que sale de un grifo, frente a otras partes del
mundo que no tienen lo más básico: carecen de agua, carecen de comida, viven
dejados de la mano de Dios que se suele decir.
Porque que el ser humano haya
adoptado esa decisión de mantener ese desequilibrio entre unas poblaciones de
unas partes del mundo y otras es algo perverso y sin sentido que no puede
conducirnos a nada bueno, pero es algo que conozco desde que nací y que a pesar
del tiempo transcurrido es una situación que se mantiene en el tiempo porque
por algún motivo no interesa que todos tengamos un mínimo nivel de vida, un
acceso al agua, a la comida, a la vivienda. Los países pobres son saqueados por los países
ricos, se llevan todas sus riquezas, todos sus recursos. Los políticos de todos
los países, pero en esos países todavía de forma más escandalosa, concentran su
poder para dominar la economía y para generar guerras que no permiten el avance
de la población a una situación digna.
¿Por qué ocurre todo esto? ¿Por
qué hay gente que podría cambiarlo y no lo cambia? Hay personas que tienen
poder, que tienen un poder de decisión que podría cambiar este contexto, pero
no lo hacen. Generan guerras, generan hambrunas, generan epidemias para
mantener el estado a nivel mundial en el que vivimos.