La ligereza es darse cuenta de que nada
pesa tanto como para hundirnos, como para someternos, someter nuestro estado de
ánimo, someter nuestras ganas de hacer cosas, someter nuestro destino, nuestras
aspiraciones y expectativas acerca de la vida. La ligereza es darse cuenta de
que en cada suceso se esconde una lección y que es una especie de juego, es
como una especie de escuela, en la que en cada circunstancia se juega al
proceso de ensayo y error. De esta forma vamos avanzando por la vida y no
deberíamos de preocuparnos demasiado por las consecuencias de nuestras
elecciones frente a las circunstancias, dado que nunca se acierta y nunca se
falla. Todas las opciones son válidas. Lo único que algunas nos hacen sentir de
una forma distinta frente a otras. Algunas nos hacen sentir ligeros,
satisfechos, contentos, alegres, felices, pletóricos, como si realmente hubiéramos
conseguido la anhelada victoria. Hay otras opciones en las que nos sentimos
tristes, apesadumbrados, como si arrastráramos una pesada carga y tratamos por
todos los medios de deshacernos de ese peso, de enderezar nuestros pasos.
Sin embargo, todas las opciones son
válidas, porque todas nos llevan a un aprendizaje final, a una gran lección, a
la constitución de la persona que seremos definitivamente en el futuro. Así pues,
contemplándolo de esta manera, con una perspectiva a largo plazo, no hay nada
que esté bien o que esté mal, no hay nada que sea de manera definitiva bueno o de
manera definitiva malo, definitivamente un éxito o definitivamente un fracaso,
solamente son peldaños de una escalera que a veces subimos y a veces bajamos
con la esperanza de alcanzar algún día la paz y la felicidad que tanto
anhelamos. Y todo eso es la vida. La ligereza.
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