Todos tenemos
nuestros fantasmas y nuestros demonios y algunos son internos y otros son
externos: con los internos peleamos y con los externos luchamos. Con ambos
estamos en pie de guerra, pero los que forman parte de nosotros somos más
dueños de desplazarlos de nuestro interior, de nuestro pensamiento, de nuestro
sentimiento, de nuestra vida. Los que son externos luchan por permanecer cerca
de nosotros dictándonos ordenes para que las cosas en nuestra vida sean como
ellos quieren.
Es duro, es duro, el tema de los fantasmas y los demonios, muy duro, muy difícil, porque
normalmente son personas que tenemos cerca, que tienen o han tenido lazos
afectivos con nosotros, normalmente familiares, a veces amigos, que quieren
dominarnos, controlarnos, decir tu vida tiene que ir por aquí, tu vida tiene
que ir por allá. Personas que dicen querer nuestro bien, pero cuando nos ven
contentos quieren destruir ese bienestar, porque ese bienestar no tiene nada
que ver con ellos y ellos quieren a toda costa, ser principio y fin de todas
nuestras causas, de todas nuestras cosas, de todas las historias que pasan en
nuestra vida. Es duro, pero es necesario y si algún fantasma o algún demonio de
los externos nos hace la vida imposible, nos hace perder el rumbo y nos hace
sentirnos mal con nosotros mismos, una y otra vez, una y otra vez, llega un
momento que tenemos que decirles:
-Demonio,
fantasma vete a tu infierno, aquí no te queremos. ¿Lo entiendes? Pues si lo has
entendido vete a tu infierno fantasma que yo quiero estar más cerca del cielo
en esta bendita tierra.
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