En ocasiones hay
días que estamos más inquietos porque las cosas no salen como esperábamos,
porque las cosas se retrasan, porque desconfiamos de lo que dábamos por cierto
y no es y parece que no va a ser. Se crea en nosotros una desconfianza a cerca de
que se materialicen nuestros deseos, nuestras ideas, nuestros proyectos, nuestros
anhelos. Todos los días no son iguales, unos días se avanza más que otros,
otros días son de tránsito, de calma, como un lago que imperturbable refleja
las siluetas que le rodean, sin mover una gota de su agua.
Sin embargo,
otros días son agitados. Sentimos una agitación interna, generada por las
dudas, por las propias dudas que tenemos acerca de si se van a llevar a cabo
los proyectos que tenemos, si se van a concretar o si, por el contrario, todo
va a quedar en agua de borrajas. ¿Qué hacer en esos momentos? Lo mejor es dejarlos
pasar, vivirlos. Vivirlos como un momento más. Porque al final todo se
concretará, al final todo será, pero será el día que tenga que ser, el día en
que todo lo veamos claro. Ese día todo será como esperamos.
Por eso hay que
pasar los días en que nos invade la inquietud lo mejor posible: hacer alguna
actividad que nos ayude a tranquilizarnos: un paseo al aire libre, dejar de
rumiar los mismos pensamientos una y otra vez, confiar de nuevo en la vida, y esperar
esos días de luz, de claridad, en que el sol se refleja y el cielo luce azul, límpido,
inmaculado, en que todo se ve claro, las siluetas, los contornos de los
árboles, de toda la naturaleza, de todo lo que conforma el mundo, se ve con una
nitidez extrema. Esperar que lleguen esos días, en que se plasmen esas ideas,
esos deseos, esos anhelos, esos proyectos. Porque llegarán sin duda, pero es
normal desconfiar y es normal confiar, son días que se alternan unos con otros,
para conformar el paso de la vida.
La vida es así,
unos días mejores, otros peores, unos días creemos en algo y otros dudamos, si
ese algo no se nos ha mostrado de una forma definida, si no poseemos una
confianza en lo que vemos, en lo que sentimos, en lo que apreciamos. Los
momentos de dudas forman parte de los periodos de formación, de nacimiento de
nuevos proyectos, de nuevas ideas, de nuevas relaciones, de cambios.
En la vida siempre ocurren cambios por eso siempre aparecen esos días periódicamente, porque sin duda la vida cambia continuamente, ofreciéndonos nuevas oportunidades, y quitándonos oportunidades que nos había dado. Así que simplemente es la naturaleza de la vida en la que nos vemos envueltos, inmersos en la misma y a través de la cual transitamos y es necesario que aceptemos que la vida es así, y que esto no debe de afectarnos profundamente. No debe alterar nuestro estado de ánimo, ni nuestra paz interna, ya que nosotros somos criaturas que tenemos que aprender a transitar por esta Tierra en calma. Hay que aceptar lo que ocurre como el mayor bien para nosotros y para los demás.
Que así sea.